domingo, 8 de agosto de 2010

El río


















Nos demostraba el río que el mar era posible
quebrando la provincia con su camino oscuro.
Según lo comprendieras, era grande o pequeño
y a veces, como un eco remoto, recordaba
la tierra desatada antes de hacerse calle
o el tranquilo paisaje que cercaron sus aguas
antes de la ciudad, lejos del mundo.
Sólo un puente cruzaba su inevitable paso
y al cruzarlo podías sentir como acechaba
un peligro escondido en sus feroces labios.
Mirándolo encontrabas en él muchas respuestas.
En cada atardecer, el verano le daba
el corazón y el aire de un viajero, parecía
ese amigo indolente que incumple sus promesas
como el tiempo callado que marcha y que regresa.