lunes, 10 de septiembre de 2012

Sobre Literatura y Terrorismo

Bajo la dirección de la profesora Natalia Arséntieva, el Centro Mediterráneo de la Universidad de Granada, desarrolla en estos días un espléndido curso en su Facultad de Letras sobre Narrativas, terrorismo y reflexión social. La iniciativa no puede ser más afortunada. Han tenido, además, la gentileza de invitarme a la inauguración para dirigir unas breves palabras a los alumnos en un sencillo homenaje a las víctimas de esta vieja calamidad sangrienta.
Lamento muchísimo no poder asistir a las intervenciones de un profesorado con un excelente nivel que abordará, desde una visión multidisciplinar, el terror sufrido en territorios tan diversos como España, Colombia o los Estados Unidos de América.
Se trata de una oportunidad excelente para debatir una de las cuestiones esenciales de nuestro tiempo y para resolver largas carencias en el conocimiento de la literatura comparada europea al analizarse la obra de autores tan sugerentes como el controvertido Octave Mirbeau, Doris Lessing, Adam Zagajewski o mi admiradísimo Andrei Platonov, del que hemos tenido en España una recepción tan limitada como tardía al margen de las conocidas traducciones de su obra maestra Chevengur o de La patria de la electricidad y otros relatos.
Sin pretender reproducir aquí mis palabras, tras elogiar los objetivos y contenidos del curso, me he referido brevemente a tres cuestiones que parece oportuno recordar.
En primer lugar la importancia que tiene para cualquier iniciativa terrorista la conquista del lenguaje: No llamar a las cosas por su nombre y apropiarse de los términos que sustentan la coordenada sentimental de los ciudadanos. Me vino entonces a la memoria la figura del filólogo Victor Klemperer y su famoso análisis lúcido y fatal sobre la lengua del Tercer Reich.
En segundo lugar aún no ha sido resuelto, cuando menos en el sistema procesal español, la posición y estatuto de la víctima como fuente informadora del proceso. Es la víctima la que nos facilita casi toda la información del delito, es la que debería recibirla de las instituciones implicadas casi sin limitación alguna y es la que puede y debe opinar, simplemente ser oída, ante cualquier decisión principal en la ejecución de la sentencia cuando los delitos revisten una especial trascendencia y gravedad.
En tercer lugar recordé la importancia que tiene para el jurista comprometido el análisis del fenómeno criminal y del sufrimiento que produce desde la mejor literatura y poesía. Quien haya leído a Platonov me entenderá. Somos mucho mejores cuando conocemos su obra, cuando disfrutamos de su lectura, cuando nos revela una verdad escondida.
También la poesía tiene mucho que decir. Quien lo dude puede recordar los versos de aquel poema sin título de La última bala, el libro de Hasier Larretxea.
En la clandestinidad me diste la mano.
En la deportación, la verdad.
Cuando nos tocó huir, una mirada.
En los arrestos, tu voz.

Jamás pensé
que, intentando volver a una vida cotidiana,
me fueras a matar.
No estaría mal continuar el curso cruzando estos senderos que son capaces de mostrar el abismo de la crueldad en treinta y cinco palabras.