sábado, 23 de marzo de 2013

Prólogo y portada para "El Mal de la Muralla"



Fotografía de  Carlos Valcárcel Gay
Conocí a Jesús García Calderón al poco tiempo de su llegada a Lugo como fiscal jefe. Desde ese primer encuentro, frecuenté su amistad. Charlas relajadas de café, paseos por el Parque donde él y yo vivíamos, placenteras reuniones festivas en casa de amigos comunes, excursiones por la hermosa campiña en la que se asienta la amurallada ciudad. Estar con Jesús era tener asegurado un rato lleno de amenidad y de interés. Su humor, su fácil palabra, su agudeza, su cultura y sus conocimientos de tantas cosas garantizaban que los minutos, los lentos minutos de provincias, pasasen con insólita levedad. Los muchos lucenses que lo trataron darán fe de estas afirmaciones Y no sólo los que lo trataron, sino los que lo oían, semana tras semana, en aquel añorado programa de Radio Lugo-SER, que hacíamos él y yo al alimón, dirigidos por Tonina, y al que íbamos, sin previa preparación y a pecho descubierto, a hablar de “Libros, música y otras hierbas”. Por todo el conocimiento que tengo del autor y sus capacidades, no debería sorprenderme un libro tan sorprendente como ”El Mal de la Muralla”. Y, sin embargo y aun así, me sorprendió.
Las pequeñas ciudades, paradójicamente más que las grandes, son un mundo. Pero se velan pudorosas a los que en ellas vivimos de siempre, que no somos capaces de aprehenderlas en todos sus matices. Tiene que llegar alguien de fuera, alguien dotado de preparación y perspicacia, para que la ciudad se le abra plenamente. La comparación puede parecer inadecuada y hasta escandalosa, pero vale: no es el rutinario marido el que mejor conoce a una mujer, sino el amante que llega de lejos y que descubre en ella lo que ni ella misma conocía. Pero volvamos a las ciudades y a los forasteros que nos dejan su visión de ellas. Para que esa visión aporte algo nuevo, la perspectiva ha de enfocarse desde fuera, pero simultáneamente desde dentro. Es decir, el forastero, sin dejar de serlo, ha de integrarse como uno más en la vida ciudadana. Algo dificilísimo, pero que Jesús García Calderón consiguió plenamente en Lugo. “El Mal de la Muralla” es la prueba de lo dicho.
¿Y qué es “El mal de la Muralla”? Muchas cosas en pocas páginas, de ahí la sorpresa de la que hablaba hace unas líneas. A bote pronto, yo lo calificaría de ensayo lírico. Un ensayo de psicología colectiva, de urbanismo, hasta de literatura. Un ensayo sobre Lugo, claro está. Es notable la cantidad de información, de viva erudición, que se maneja y que, sabiamente, suele ir referenciada, narrada más que referenciada, a pie de página. Y como muestra de ello y de la habilidad del autor para engarzar elementos dispares, baste con decir que dedica amplio espacio a “El desierto de los tártaros”, del novelista italiano Dino Buzzati o al poema El barco del norte”, del inglés Philip Larkin. Pero al hacerlo no se va del tema, es decir, de Lugo, sino que profundiza en la ciudad y en su mal. Naturalmente, escritores lucenses, como su admirado Luís Pimentel y Ángel Fole, tienen especial protagonismo. Un completo ensayo, pues. Pero el ensayo de un poeta: las finas evocaciones, la contenida añoranza de sus años en la bimilenaria ciudad del Norte, una vibración lírica omnipresente. Y el estilo, siempre limpio, elegante y evocador ¿Qué más se puede pedir?
He titulado este prólogo, La mirada del forastero”. Con la misma verdad podría haberlo titulado “La huella del forastero”. Porque García Calderón dejó bien marcada huella, profesional y humana, de su estancia en Lugo. Y ahora, ahondando aun más esa huella, nos ofrece “El Mal de la Muralla”, que sin duda se convertirá en un libro de referencia sobre la ciudad. Por su extensión, un librito. Pero un espléndido librito.
Pasen y lean.
Jorge de Vivero
El Mal de la Muralla de Jesús García Calderón
80 págs. 15 x 21 cm. Editorial Ánfora Nova. Serie Ensayo, Nº 15.
ISBN 978-84-88617-92-7. Encuadernación por cosido. Cubiertas a color plastificadas con solapas. 12€