lunes, 27 de junio de 2011

Panorama interior: Sobre la libertad de los monumentos (fragmento de un discurso académico)

...un palacio cerrado es otra oportunidad perdida. Una escultura colosal escondida en la profundidad del mar es una esperanza. Un yacimiento arqueológico oculto, un reto para la ciencia. Cada parcela patrimonial cumple una función distinta y los monumentos, por su habitual convivencia con la ciudad, son una riqueza colectiva que debe cumplir una indispensable función social. Su contemplación, transmisión y su disfrute es un imperativo moral, además de una previsión legal que alcanza rango constitucional.
Ha sido la legislación protectora de los bienes culturales la más avanzada en su compromiso social. Capaz de crear el concepto más antagónico de la propiedad privada a través de la declaración de bienes materiales como Patrimonio de la Humanidad o de establecer fórmulas reales de valor incalculable o de práctica incomerciabilidad.
El origen de esta percepción quizá se encuentra en el famoso Informe suscrito en 1903 por el historiador del arte Alois Riegl en la Viena imperial para mejora de la protección legal  de los monumentos públicos de Austria y que se conoce en la historiografía actual como El culto moderno a los monumentos, su carácter y sus orígenes. Es evidente que este prodigioso documento marca un trascendental cambio de tendencia en la percepción de los monumentos públicos y en toda la cultura europea. El documento de Riegl es multidisciplinar -él mismo contaba con cierta formación jurídica- y considera especialmente necesaria, entre otras consideraciones acerca de los distintos valores que guardan estos bienes culturales, una ley protectora que los tutelara adecuadamente.
El gran historiador de Linz es consciente del cambio que opera en su tiempo la percepción de lo antiguo y nos recuerda que cada ciudadano siente la ofensa a aquellos monumentos que asume como propios con un gran dolor, tanto como el desprecio de los principios religiosos y de los símbolos de fe para un creyente. El gran hallazgo de Riegl es descubrir que el culto a los monumentos procura un estado de ánimo liberador para cada sujeto ya que su disfrute pacífico constituye una forma de desarrollo personal y social porque se viven como una necesidad natural del placer. Sus trabajos anuncian, en definitiva, que la libertad de los monumentos es también una forma de libertad para los ciudadanos...

Lectura del Discurso de Ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Granada, 28 de junio de 2011 a las 20.00 horas.

domingo, 19 de junio de 2011

Panorama Interior: El derecho a comprender

Tengo la pequeña satisfacción de organizar un curso para el próximo septiembre sobre la modernización del lenguaje jurídico y afronto con ilusión la tarea de escribir algunas consideraciones sobre un nuevo derecho a comprender. Las cosas sencillas que hallamos en el curso de cualquier debate científico como un grave problema, siempre evidencian profundos errores anclados con el paso del tiempo en nuestro viejo código social. Si la solución es sencilla mayor es el problema. Si todo el mundo ofrece de manera espontánea la misma o aproximada respuesta, el problema es muy difícil de resolver porque el error que hemos sido capaces de construir afecta probablemente a muchas generaciones y es de proporciones casi descabelladas.
Las razones de la oscuridad del lenguaje jurídico son egoístas y materiales. Solo la búsqueda de un beneficio cómodo y discreto o de una cierta superioridad burocrática justifican esa tradicional incomprensión de los documentos jurídicos. Se enrevesa aquello que necesitamos ineludiblemente y se configura un complejo sistema de intermediaciones a las que se dota y adorna de un generoso contenido económico.
A lo largo de mi vida profesional he tenido que escribir miles de páginas que no me reportarán satisfacción estética alguna, acaso la tristeza que siempre produce explicar la comisión de ilícitos o la injusta persecución de cualquier persona. He aprendido hace tiempo que los mejores y más honestos juristas son aquellos que presentan mayor claridad en la elaboración de sus informes, de sus textos y notas, aquellos a los que no cuesta trabajo comprender sea cual sea el problema que aborden o incluso los intereses, más o menos legítimos, que defiendan.
Ahora veo que la necesidad de clarificar nuestro lenguaje jurídico resulta más urgente ante la situación de crisis económica que afecta, de manera especialmente severa, a los jóvenes, a los jubilados y a las familias de los desempleados. Y es que ahora toda la piel social tiene una intensa sensibilidad y es preciso meditar cada actuación pública, medir cada pulso, calibrar cada comentario o noticia que se difunda para no ofender a quienes viven situaciones de permanente angustia y desilusión.
Solo hablando claro podremos transmitir suficiente confianza.
Aún no comprendemos, por ejemplo, que la importancia que pueda tener esta crisis económica está por llegar y no será la variante monetaria o financiera que la sostienen y que, con su cruel terquedad, se niegan a una transformación que resulta indispensable. Lo importante de la crisis es su traducción al ámbito próximo de la política y esa incertidumbre por conocer el sabor de aquellos frutos que germinan desde las hondas raíces del desencanto. Como el oscuro lenguaje jurídico, esta situación parece olvidar las soluciones más sencillas y eficaces. Nadie reclama ya una conjura para recuperar aquellos valores morales que un día nos hicieron prósperos y eficaces, valores que nos vinculan con la lengua y la tierra, con el afán de construir un entorno más justo a nuestro alrededor. Quizá el primer valor que precisemos sea el de la claridad. Siempre la claridad viene del cielo. Claro que tenía razón el poeta pero esa claridad suele venir filtrada por unas manos limpias que todos recordamos en la infancia y que guardaban, quizá, la firme solución entre sus dedos.








domingo, 12 de junio de 2011

Panorama interior: Lectura y presencia de Claude Couffon

El mes de Junio tiende a ser generoso. Recuerdo los viejos y enfermos castaños del Parque Rosalía de Castro, cuando vivíamos en Lugo, que solían anunciarnos el comienzo del verano cuando la brisa tibia acariciaba la lenta espesura de sus copas como si fueran la piel de un animal dormido. Lo afrontaba desde la ventana del cuarto de los niños como un mensaje llegado del Sur que tanto añoraba. Parecía que el año finalmente se rindiera hacía un ritmo más adecuado y sereno y por tanto más lúcido para la lectura, para el trabajo y casi cualquier ocupación. Hace solo un par de días, Antonio Carvajal interrumpe mi áspera labor y tiene la gentileza de rescatarme para tomar un café en los veladores de Plaza Nueva y allí me presenta al gran hispanista francés Claude Couffon. Su presencia me produjo el mismo efecto de agradecido sosiego que aquellas manos de junio sobre los altos árboles de mis ventanas.
Tras la agradable conversación que sostuvimos, quiso acompañarnos en la lectura que realizé, invitado por la Cátedra García Lorca de la Universidad de Granada, en el pequeño teatro de los jardines de la Fundación Rodríguez Acosta con la presentación de mi admirado José Chamizo. 
La primeras visitas de Couffon a Granada deben coincidir con el final de la Segunda Guerra Mundial hasta que apareciera aquel primer artículo en 1951 y en las páginas de Le Figaro Littéraire que terminó por completarse con otros textos dando lugar a un libro imprescindible para conocer los pormenores del crimen de Federico García Lorca. El libro fue publicado en español por la Editorial Losada de Buenos Aires en 1967. Pocas ciudades producen la impresión de aislamiento del mundo, de la soledad del hombre como Granada, así comenzaba -al parecer- aquel libro que tanto añoramos sin haberlo tenido nunca entre las manos.
Entre los merecidos homenajes tributados a Claude Couffon hay uno, quizá el más importante, que aún nos falta y es que resulta urgente la reedición ampliada de aquel trabajo histórico para conocer el primer testimonio, el más próximo a la tragedia, quizá el más lúcido y certero y para conocer su propia peripecia vital, su audacia y valentía para levantar la memoria del gran poeta de Fuente Vaqueros cuando aún ardían las calles de temor y silencio.

Fotografía: M Zarza