martes, 29 de diciembre de 2009

Panorama interior: Elegía para Dunkerque

Aprovecho la engañosa tregua navideña para contemplar -con calma- la extraordinaria escena de los soldados británicos en Dunkerque que nos propone la reconocida cinta británica "Atonement" (Expiación, 2007) -siete nominaciones al Oscar- que nos ofrecía hace pocos días la televisión digital. La clave se encuentra en la acertada y premiada música de Dario Marinelli (1963) que debiera, en estos casos, primar sobre cualquier otro ingrediente de una obra asombrosa pero irregular.Su Elegy for Dunkirk (es fácil encontrar la escena en la red) tuvo mucho que ver en que la banda sonora obtuviera el Oscar, el Globo de Oro y estuviera nominada para el premio Bafta. Pero el mérito no es exclusivo del brllante músico pisano. Lo extraordinario es disponer, como hace el realizador Joe Wright, que todos los elementos del drama  apunten a la mirada ansiosa del protagonista sobre el caos azaroso de Dunkerque, un caos delirante por el que camina deprisa y del que no puede escapar. Sabemos que la elegía es aquella composición que procura cantar algún acontecimiento digno de ser llorado y -en este caso- lo llorado es la cruel interrupción del regreso en una especie de diminuto purgatorio.
Lamentablemente aún no he leído la novela de Ian McEwan (2001) y no sé hasta qué punto el gigantesco y memorable plano secuencia debe mucho a su pluma. En cualquier caso, los cuatro o cinco minutos resultan un prodigio narrativo que nos transmite la ilusión por el cine y la pregunta de cuántos de estos diminutos purgatorios hemos visto o veremos y cuántos podríamos encontrar si supiéramos mirar con atención al presente.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Ausencia

Sentí que algo faltaba al entrar en la alcoba.
Sin embargo, todo estaba en su sitio.
Las pequeñas riquezas
que solo identifica el que las hizo
riquezas, valiosos
objetos de la infancia que seguía
prendida débilmente de aquel cuarto.
Sí, todo estaba en su sitio.
Hasta una breve nota que se abría

trabada con un peso en la mesilla.
Ahora sé que algún tiempo
no quise adivinarlo.
Lo supe cuando entré: Ya te habías ido.
Por eso lo dejaste todo en orden.
Si volvieras ahora
serías un extraño.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Panorama exterior: La ciudad huérfana

Así la llamó Paul Bowles quizá con su conocido instinto profético. Al día de hoy, Tánger  es una ciudad proteica que apenas recuerda al genial neoyorkino y a su tiempo, al margen de algunos tristes objetos recuperados de su largo y cautivador itinerario vital., como las cinco viejas maletas con las que le gustaba fotografiarse a comienzos de los cincuenta en una forma de habitual impostura propia de la desolación de la posguerra. Este  tajante olvido con el escritor no extraña al viajero curioso que vuelve a Tánger, una ciudad siempre orgullosa de su peculiar presencia en el mundo. Pensando en su figura, uno piensa que, en realidad, Bowles es un viajero engañoso, un turista invertido que guarda tanta fascinación por la distancia  que siente continuamente la posibilidad de la huida, que sufre tanta proximidad con la vuelta que algo entorpece su decisión y le impide retorcerse y emprenderla con la suficiente determinación. En su manera de ser pareciera que cada día estuviera dispuesto a claudicar, aplicarse y volver definitivamente hasta su origen que es lo verdaderamente remoto. Su mérito, por tanto, es el de una persistencia un tanto afectada, el de un deber inexistente que su espíritu quiso, sin embargo, azarosamente cumplir.
En cualquier caso, su extraordinaria obra narrativa -no siempre traducida al español con la adecuada profundidad- sigue fascinando por ese planteamiento opaco y sencillo de la verdad. Como si el propio texto fuera descubriendo aquello que se escondía dentro de él. La proximidad de Tánger aconseja al andaluz inquieto cruzar las invisibles fauces de El Estrecho y dialogar con la otra ribera, aquella que nos mira con el poso de la desconfianza y de la lucidez. Bowles, Tánger, el genio de Ángel Vázquez ¿qué lugar siendo próximo guarda tanta cautivadora extrañeza? Solo aquel que pudiera entenderse como una de las pocas llaves que abren las puertas del mundo.