jueves, 17 de junio de 2010

Los fantasmas con mal del alzheimer

El decoro académico impide considerar siquiera el derecho de réplica a la contestación de un discurso de ingreso pero, una vez publicado el texto y pasado algún tiempo de reflexión, creo que resulta lícito considerar la  mucha lucidez de algún comentario descubierto en la generosa bienvenida a la docta Corporación. 
El Sr. Director de la Academia de Bellas Artes de Granada, quien tuvo la gentileza de contestar mi discurso de ingreso hace algunas semanas, nos habló sabiamente sobre la importancia de proteger los bienes culturales para no convertir nuestra confusa sociedad en un grupo desmembrado de fantasmas con alzhéimer.
La falta de referencias culturales suele sustituirse por el lastre de un dogma tan innecesario como efectivo: Bien lo saben las tormentosas ciudades fundadas por pioneros que matan tantas veces esa libertad de iniciar el curso de una nueva traza social como único mecanismo para poder persistir. Los padres fundadores tienen que ser tan crueles como el olvido. Lo hacen justamente para recordar algún "origen" dudoso que socorra las tribulaciones de quienes comparten el nacimiento de un escenario para convivir. Estas viejas ciudades indefensas de Europa cuando destruyen o permiten la destrucción de su Patrimonio Histórico contraen una grave enfermedad que puede convertirlas en patéticas asambleas de fantasmas angustiados que no saben por donde deben vagar y qué tienen que recordar para asustarnos o, quizá, para ayudarnos a superar nuestras dificultades cotidianas.
La brillante comparación del Director de nuestra Academia es tan sorprendente como sencilla porque abarca  todos los perfiles de la habitual traición que sufren los viejos espacios culturales que vemos y veremos desaparecer: El desorden administrativo, la codicia especulativa, la falta de compromiso social y, solo en  cuarto lugar, la destrucción de la guerra o la catástrofe natural. Es urgente que se inicie, por tanto, un incuestionable principio general de incompatibilidad territorial de los grandes espacios históricos con el más falso y arrogante progreso. Solo respetando el porvenir de la historia los fantasmas disfrutan de su mayor riqueza que no es otra que una siempre frágil memoria.

jueves, 3 de junio de 2010

Panorama interior: Regreso

El trabajo de algunas personas permite afrontar su vida cotidiana como una suerte de marcha y de regreso. He sentido la obra de diversos poetas como simples manifestaciones de un regreso doméstico y perpetuo. El ejemplo más habitual -el de Luis Pimentel en Lugo- se cernía sobre el angustioso tedio de su entorno urbano, sobre su profesión médica, sobre las largas tardes de sanatorio y tristeza, sobre los viajes nunca emprendidos, siempre soñados.
Estos días, he regresado hasta la discreta vida ilustrada a través del regalo de un buen amigo, la obra completa de Elena Martin Vivaldi que publicara recientemente -con su habitual acierto- la Fundación Jorge Guillén. Por si fuera poco, mi amigo Luis Javier Moreno me envía, tras un encuentro azaroso en Granada, la serie de Poemas escogidos (1965-2005) que le ha publicado la Junta de Castilla y León en su colección Barrio de Maravillas.
Cuántas veces me han alejado de este menester tan ávido e ingrato, alguna mano amiga me ha conducido de nuevo y suavemente hasta el redil de la palabra encendida. Algo querrá decir esta certeza. Regresar desde el trabajo hasta el trabajo más verdadero es igual que un viaje que no espera el retorno. Esto solo lo sentimos adecuadamente quienes habitamos lugares fronterizos.