domingo, 2 de octubre de 2011

Panorama exterior: La voix humaine y el teléfono

Pocos ingenios de nuestro tiempo alcanzan la fuerza dramática del teléfono. Ha sido reiteradamente utilizado por el cine que ha sabido ver, además, antes que cualquier otra manifestación artística, las posibilidades del móvil con sus reflejos azules y su certera asignación de llamadas perdidas. Algún relato memorable de Truman Capote le otorga la condición de oscuro protagonista. Recuerdo ahora los teléfonos agazapados en las habitaciones vacías de la pintura norteamericana o una de aquellas ácidas historias de Dorothy Parker, incluida en La soledad de las parejas, que fue dramatizada con tanto acierto y concentraba la desolación del siglo XX al acabar la segunda gran guerra, reflejando espesamente la ansiedad de la protagonista mientras espera junto al teléfono el incierto regreso de un victorioso soldado.
No existe imagen más desoladora de nuestro tiempo -alguien las vio en los atentados del 11 de marzo- que la bolsa negra de un cadáver mientras puede oírse al teléfono móvil casi gritando en su interior.
Hasta la música ha sucumbido al timbre agudo de su aliento para alcanzar un nivel más intenso en la narración de la historia. No lo hizo así Francis Poulenc en 1958 cuando compuso, con libreto de Jean Cocteau, la tragedia lírica en un acto para soprano La voix humaine, dejando al piano imitar su timbre en el transcurso de una música incisiva que camina casi de puntillas por el sendero de un desasosiego creciente y perturbador.
El diseñador granadino Rafa Simón ha tenido la gentileza de invitarme a su montaje de esta opera con la excelente actuación de la soprano Verónica Plata y del pianista  Héctor Eliel Márquez. El estreno ha tenido lugar en el Teatro José Tamayo de Granada y constituye un ejemplo de dignidad para mostrar cómo puede disfrutarse la cultura europea sin grandes estridencias y con el acierto de la sencillez.
La voix humaine es un pequeño icono del siglo XX. Es un falso monólogo. El espectador piensa que descubre muchas frases que el amante de la protagonista le dice al teléfono, pero es realmente algo más parecido al silencio lo que dialoga con esa mujer abrumada por una inminente separación. No bastan las apelaciones a la bondad, no basta la mentira para que deje de hilvanarse la tragedia, no hay manera de vencer una soledad compartida que discurre por los cables, por esas callejas oscuras de las que hablara un verso certero de mi admirado W. H. Auden. Los protagonistas -mujer y teléfono- mantienen una conversación fugaz como las pisadas de un ave. Y hay demasiadas presencias transitando por la delgada línea -es un teléfono rojo- que aún les une, demasiados cruces, demasiadas interrupciones y torpeza.
Anoche pudimos disfrutar del placer de la cultura sin apenas intermediarios.
Con tanta verdad y aprecio por la música y las letras, debieran toparse más a menudo aquellos dirigentes que malgastan nuestro tiempo y recursos en negarlas y que anoche, por supuesto, brillaban tenuemente por su ausencia.