martes, 19 de febrero de 2013

Terrie


 
Su corazón era grande y pequeño.
Grande como el abrazo incansable
que le daban mis hijos
acosándolo de besos y caricias.
Solo por esa forma de dejarse querer, yo lo quería.
Pequeño como una vida pequeña. Una tarde
se acurrucó despacio y dejó de comer y mantenía
la mirada perdida, avergonzado
de perder para siempre su espontánea
ilusión por nosotros.
Se acurrucó despacio y dejó de beber y sostenía,
sobre sus ojos tristes, tal vez, una débil pregunta.
Ya no volvió. Ordenaron su frágil
cuerpo con fármacos y sueros.
Y nos quedó su lecho adormecido
y lo añoramos tanto
que parece volver junto a nosotros
cuando la luz del alba nos visita
como un rumor de agua que brotara
dentro del corazón, lejos del mundo.