...la disposición del centro de Lugo que rodea
la irregular elipse de piedra y pizarra es rara y curiosa. No se aprovecha
debidamente el espacio, se suceden las plazoletas y plazas sin mucha lógica,
como si quisieran dificultarse las zonas residenciales y, quizá para mostrar
con nitidez su condición de capital administrativa, se despeja un corto espacio frente a los edificios oficiales para que
el ciudadano pueda sopesar los humildes pórticos o arcadas que imitan templos o
palacios clásicos y así comprender su verdadera influencia.
En Lugo hay varias situaciones sino únicas,
difíciles de encontrar en otras ciudades de su tamaño. En primer lugar hay una
ciudad dentro de la ciudad, un círculo esencial que se expande y abre a nuevas
dimensiones urbanas pero siempre relacionadas con el molde originario.
Otros lugares sostienen barrios que han sido señalados por la costumbre popular
como ciudades o espacios singulares e independientes por razones muy variadas.
Es el caso del barrio de Triana en Sevilla, del Trastévere en Roma o del barrio
del Albaicín en Granada, espacios inicialmente diferenciados a consecuencia de
la separación que marca el caudal generoso del Guadalquivir o del Tíber o el
perfil montañoso que buscaban los halconeros nazaríes para levantar su propio
arrabal. Pero estas condiciones que explican la diferencia no tienen lugar en
el caso de Lugo. Toda la ciudad extendida extramuros se vuelca hacia el
interior o aledaños de la muralla, piensa en los lugares céntricos que abandona
como su referencia esencial y se extiende como una sucesión de círculos
concéntricos impulsados desde el interior.
No es necesario vivir intramuros para sufrir
el mal. Lo importante es acoger el
adarve como un mecanismo habitual de reflexión y ordenar nuestra vida dando
vueltas sobre él de manera real o figurada en ciclos que podrían ser
irregulares. Hay quienes dicen que no solo se mueve el paseante, que también
gira la muralla con una cadencia imperceptible que impulsa el sentido de
nuestros pasos. Esta disposición de quienes utilizan el adarve para la
reflexión otorga a quienes la descubren una especial agudeza y comprensión del
entorno y les infunde una forma paradójica de confianza basada en la lucidez.
Miran el exterior desde dentro y vuelven una y otra vez a encontrarse con su
propio destino, comprenden la limitación de la vida y entienden la importancia
de la libertad. Afrontan, en definitiva y como nos dice la intuición del poeta,
la vida de otro modo...