miércoles, 31 de octubre de 2012

Devenir de la crisis

 No todos vivimos por encima de nuestras posibilidades.
Ni firmamos engreídas hipotecas,
ni aplaudimos jamás a los chamanes
celebrando su espeso
y público desdén por la pobreza.
No todos emprendimos un viaje
lejano para comprar dos veces una prenda
de vestir casi inútil. No todos olvidamos
la austeridad perdida
de las viejas provincias.
Cambian los tiempos, se pagan los abusos,
se humilla la esperanza, se quebranta
la ilusión del trabajo dócilmente.
Ahora miramos solo nuestro enojo
y creemos que basta con denunciar injustos
procesos de deshaucio
sin hacer otra cosa que volver
indignados a casa cada tarde.
Y la casa nos acoge en silencio. Nos reprueba
la falta de constancia y nos recuerda
la juventud airada que sucumbe
y a veces sin quererlo nos susurra:
Lo peor de este tiempo es que germina
el odio y ese odio termina
por hacernos a todos más culpables.