viernes, 5 de agosto de 2011

Panorama exterior: Agosto y el peligro

Los meses de agosto guardan en los últimos años un especial peligro. Siempre lo he considerado un mes turbio y engañoso. Se dice que en la España meridional todo queda en suspenso durante el mes de agosto, en una especie de paréntesis de domingo interminable. Pero es mentira. Su calma ha sido siempre aparente. Como esos lugares apartados que refleja el primer cine de Peter Bogdanovich donde aparentemente nunca pasa nada pero donde se viven, tras los visillos de una cocina corriente, sórdidos raudales de pasión y las mayores traiciones. Una poderosa influencia parece que esperara a que todo el mundo se marche para agitar el destino de líneas fronterizas, hemiciclos y mercados.
Agosto siempre parece una espesa novela de Paul Bowles. Camina pesado y firme con algo incierto y oscuro en su interior que incrementa la soledad y nos hace más esquivos y, cuando todo parece seguir el curso normal del verano, estalla esa noticia que marca, muchas veces, el pulso de todo un año.
Recuerdo que mi añorado amigo y gran pintor Antonio Galván regaló a su padre -muy preocupado por sus cultivos y la meteorología- en cierta ocasión un precioso dibujo a tinta con las previsiones de las cabañuelas de agosto. Mirábamos la previsión en el periódico de cada día y luego ilustraba primorosamente y con un aire propio de viejas mitologías el mes correspondiente. Las cabañuelas son un cálculo misterioso que nos dice como serán los doce meses del año teniendo en cuenta los doce primeros días de este mes cada vez más complejo. Ahora, parece que las cabañuelas han extendido su sabia influencia y que no solo vaticinan el clima, también el curso abrupto de la vida social y económica y es que, al final, parece que todo nos asocia a ese fatal destino que alumbran las estrellas.