domingo, 21 de noviembre de 2010

Panorama exterior: Sobre la corrupción

El responsable de la Cátedra Fernando de los Ríos de la Universidad de Granada, el  prestigioso constitucionalista Gregorio Cámara, ha tenido la gentileza de invitarme a pronunciar la conferencia inaugural en unas Jornadas con el título Perfiles de la corrupción en la vida pública. No es tarea fácil adentrarse en una jungla poblada por tantos y tan variados peligros, el primero el de la ingenuidad, considerando que la denuncia y limpia exposición de aquellas pruebas más gruesas que demuestren la implicación en graves casos de corrupción de funcionarios o particulares es siempre bagage suficiente para desmantelar las tramas que tan a menudo pervierten nuestra vida social.
La lucha contra la corrupción debe ser ordenada, persistente, lúcida y discreta, huyendo de la torpeza y de la precipitación si quiere ganar la suficiente altura. La verdadera lucha contra la corrupción, la que se pregunta de vez en cuando si está granando realmente la batalla, apenas genera reconocimiento y éxito social y es la que protagonizan cada día cientos de funcionarios policiales, judiciales o administrativos, normalmente anónimos, que superan sus temores y preocupaciones y que son capaces de persistir, cualidad esta que es la clave esencial para combatir el problema con un mínimo de garantías. Normalmente no generan sus nombres titulares escandalosos y si esto ocurre, lo es de forma normalmente ajena a su voluntad. Saben que la discreción es su mejor aliada, la ruta más segura para alcanzar el éxito de la verdad. Saben también que combatir la corrupción puede ser peligroso, ingrato o difícil pero nunca inútil. La claudicación es la ambigüedad, sin duda alguna la más habitual de las amargas traiciones.
La organización no gubernamental Transparencia Internacional sitúa a España en un discretísimo 30º puesto en su famoso Índice de Percepción de la Corrupción. Para cualquier ciudadano respetuoso con las leyes el dato es francamente desesperanzador. Más aún cuando comprueba que nos superan países como los Emiratos Árabes Unidos, Uruguay, Chile, Chipre o Israel. Mucho peor es comprobar el puesto 78º que ocupa Grecia o el de la República de Italia, la patria de los fiscales Giovanni Falcone y Paolo Borsellino o de los jueces Antonino Caponnetto o Rocco Chinnici; un demoledor 67º puesto que debería avergonzar a todos los europeos e invitarlos a reflexionar mirando ese mapa que parece va extendiendo su rojiza oscuridad hacia todos los rincones de este maltratado planeta. Y es que la experiencia me enseñó hace ya tiempo que hay un espantoso mecanismo que se repite una y otra vez y que provoca en la corrupción una doble tendencia sincrónica: La de extenderse y la de trivializarse. Ojala seamos capaces de desactivarlo pronto, dando a las cosas su verdadero nombre y modificando estas malsanas tendencias.