sábado, 2 de julio de 2011

Panorama interior: Sobre la libertad de los monumentos (fragmento de un discurso académico)



…el desarrollo urbano nunca precisa destruir aquella zona de influencia de los viejos monumentos. Es un error reducir estos barrios históricos con una trama densa y mediocre que aproveche sus virtudes monumentales. El entorno monumental no debe alzarse sobre los pilares de la especulación, como si fuera tierra agrícola sembrada por un ingrato monocultivo inmobiliario.
El monumento tiene que respirar, contar a su alrededor con una esfera de protección que le permita mirar y ser mirado en el ambiente adecuado y convertir así su mera presencia en una colectiva virtud. Nuestra ciudad contiene el maravilloso ejemplo del conjunto monumental de La Alhambra que respira a través de un bosque nutrido y sabio que le niega su vieja condición de fortaleza y que debe permanecer al margen de cualquier veleidad intervencionista y probablemente inspirada en torpes intereses materiales. Pero también contiene nuestra ciudad el mal ejemplo de su Santa Iglesia Catedral Metropolitana de la Encarnación, de esa armónica montaña, en palabras del escritor y académico granadino Antonio Enrique, que no puede ser absorbida en su plenitud por la visión del ciudadano y que, al margen de otras tristes agresiones, quedó minusvalorada sobre algunas construcciones sin valor alguno que acosan su imponente factura. El continuado error urbanístico perpetrado a lo largo del siglo XX nos priva de la verdadera grandeza del monumento que solo se atisba desde algunos elevados puntos de la ciudad. 
Como ha señalado el profesor Ignacio Henares al recordar su naturaleza artística y origen, el poderoso arco de triunfo de la fachada principal podía ser admirado desde la mayor parte de los caminos que llegaban a la ciudad en la época en la que esta coincidía con el actual casco histórico y se abría a un paisaje de huertas para alcanzar a través de ellas el verde espejo de la vega…