miércoles, 9 de marzo de 2011

Panorama exterior: Impunidad y abandono

Señalaba el precursor John Milton a la impunidad y el abandono como el verdadero azote del Estado. No lo hacía como poeta, lo hacía contestando los ataques a la efímera República Mancomunada de Inglaterra y en su condición de Ministro de Lenguas Extranjeras del controvertido Gobierno de Oliver Cromwell.
Impunidad y abandono no han perdido su vigencia en los avatares de la vida pública. y han llegado con fortaleza al debate de nuestro tiempo. Espoleado por la precariedad presupuestaria, tan extendida en situaciones de grave crisis moral y económica,  el sectarismo triunfante se extiende por el territorio como una maligna mancha de amplios rencores y venganzas. Ahora, todo el mundo parece aguardar su momento para abandonar pública e impunemente sus obligaciones y para destruir, sea o no aconsejable para la sociedad y su futuro, el noble esfuerzo de su adversario.
Ser impune es negar aquellas responsabilidades que son contraídas por el ejercicio torcido de nuestros derechos aunque nuestro diccionario la define, quizá con mayor acierto, con la rotunda sencillez de la falta de castigo. El abandono, para el jurista, comporta una huida irresponsable desde esa verdad  esencial de nuestro comportamiento que se acota como el campo de nuestros deberes más esenciales. Es obvio que el abandono forma parte frecuente de nuestra vida pública porque casi todo se sustituye y desmonta sin orden ni motivo que lo justifique. También la impunidad se ejercita cada día con un mayor afán de protagonismo y menor rubor porque se asocia, no pocas veces, con una misteriosa y oscura condición de ventaja. Se abandona hasta nuestra propia convicción como un sentir pasajero. Se defiende hasta la impunidad de quienes nos descalifican con sus acciones. Se miente con tanta intensidad que la mentira deja de tener valor para convertirse en una comprensible licencia del comentarista de la vida social. Es, en definitiva, el abandono más crítico y equivocado el de la indefensa verdad que, tantas veces, yace arrinconada en una esquina de las páginas pares de los diarios.
De la brillante frase de Milton lo más importante es su finalidad. Nadie asume en nuestro tiempo la verdadera defensa del Estado, nadie combate la impunidad y el abandono desde una inteligente posición de imparcialidad porque o no está permitido o no resulta aconsejable para el posterior cumplimiento de nuestras obligaciones. Los medios de comunicación tienen el intenso deber, no de hacerlo pero si de recordarlo cuantas veces sea necesario.