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En los últimos treinta años se ha pretendido
construir una identidad regional sin tener en cuenta todos sus matices. La
cultura suele desbordar al comportamiento oficial como el simple paso del
tiempo vence cualquier forma de codicia. No hay territorio menos propicio para
la imparcialidad, en el juicio crítico de quienes han aportado un legado
estimable, que un cambio pacífico de régimen. Han sido muchos los equívocos que
han pesado sobre la obra de Antonio García Orio-Zabala. El problema es que casi
nadie lo ha leído antes de juzgarlo, bien porque no ha querido o bien porque no
ha podido ante la escasa difusión de sus mejores obras. Estas personas han
juzgado un reflejo, una imagen transmitida en una coordenada temporal distinta
y próxima, en ese tiempo en el que las cosas todavía no alcanzan una suficiente
envergadura temporal para despertar nuestro interés o curiosidad. Ahora, la
perspectiva que tenemos del teatro, el periodismo o la narrativa que se hacía
en Extremadura en los años cincuenta o sesenta es mucho más acertada y podemos
observarla mejor y hacerle justicia.
Quizá sus mayores éxitos los obtuvo mi padre en
el teatro. La pasión por la escena la tuvo siempre, casi desde la niñez. Según
me contaron, todos los años recibía en el caserón de La Albuera a una compañía
de cómicos de la legua a los que cedía el corral de la casa para que pudieran hacer
sus funciones, además de algún precario alojamiento. Al parecer, aquel grupo se
presentaba como Compañía Picasso y
los acompañaban algunos actores estimables. Por mi edad y lamentablemente, no
guardo ningún recuerdo de todo aquello pero siempre que veo El viaje a ninguna parte, uno de los
mejores títulos en la historia del cine español, me imagino aquella forma de franca
hospitalidad familiar que definía el carácter de mi padre y su manera de
escudriñar en todas las representaciones de la vida.
Su teatro gozaba, a pesar de los tímidos
cauces de difusión con los que contaba, de una enorme popularidad. Así como
hemos referido que su obra literaria tuvo un carácter casi privado durante los años de posguerra, sus comedias, sainetes y
estampas teatrales le otorgaron muy pronto en nuestra región la condición de
autor teatral. Escribía, en muchas ocasiones, por encargo, de forma
completamente desinteresada, con una rapidez asombrosa y para funciones que se
estrenaban habitualmente por grupos de aficionados en el Teatro López de Ayala.
Aquellos pequeños éxitos locales tenían una difusión inmediata en la provincia,
otorgándole un reconocimiento tan limitado como sincero. Lo extraño es que
estas comedias para uso doméstico alcanzaran una difusión pública de tanta
importancia para la época y se convirtieran, muchas veces, en un verdadero acontecimiento
social. Lo pone de manifiesto Francisco López-Arza cuando analiza el escaso
repertorio teatral extremeño de la posguerra y recuerda aquellos humildes estrenos de mi padre que había extraído del terruño extremeño,
tipos y caracteres, gracias y decires, y los había vertido certeramente en
comedias llenas de simpatía e ingenio[1].
Deberíamos recordar, sin ánimo exhaustivo, títulos
que estrenó desde finales de los años cuarenta y hasta bien entrada la década
de los sesenta como El Fuerte del Diablo,
Compuesta y sin novio, El corazón de la muñeca, Altar, el cuadro poético Realeza y Caridad con vestuario y
decorados de Antonio Juez; juguetes cómicos como Noche de Reyes o El milagro
de doña Pepita, el cuento escenificado Las
dos muñecas o la estampa costumbrista Cortijeros,
que estrenó la Compañía de Luís Benito Arroyo en Badajoz y en varias capitales de
España con un notable éxito y con la actuación, entre otros actores, de Miguel
Armario[2].
Mi padre tenía otras muchas aficiones que lo
hacían bastante feliz y le servían para relacionarse con los demás. Eran
sencillas y complejas a la vez. Por ejemplo, la lectura recomendada y su
comentario. Los toros, su crítica y su anecdotario infinito[3].
El circo y su trastienda. El género lírico español que canturreaba de vez en
cuando y que le llevó a escribir libretos como el Romancillo de Pascualete, una fantasía lírica extremeña compuesta con el maestro Santiago
Berzosa o la Suite de la Hispanidad
compuesta con el maestro José Albero Francés. Otra de sus grandes devociones
era Portugal donde acudía a menudo y cuya proximidad sentía como un espléndido
regalo de la geografía o un dulce capricho de la historia. Cada vez que cruzaba
la raya podías pensar que era la
primera vez que lo hacía y, como le ocurre a muchos pacenses, cada vez que
volvía de Portugal, parecía que llegaba hasta su casa de dar la vuelta al
mundo ...
[1] En Poesía y sociedad de la Extremadura de posguerra (1936-1975) de Francisco López-Arza y Moreno. Junto a
mi padre, se citan otros dos autores teatrales, Antonio
Zoido y el periodista Antonio
Soriano. Publicado en Revista de
Estudios Extremeños, volumen 57, número 1, Diputación Provincial de
Badajoz, 2001.
[2] Miguel
Armario Bosch (1916-2000) fue un notable actor español que alcanzó la
fama a partir del año 1965 cuando interpretó al Tío Aquiles en Televisión
Española y en el programa Los
Chiripitiflaúticos, primero como parte del programa Antena Infantil y posteriormente como un programa independiente de
enorme éxito popular. El estreno contaba con algunas aportaciones del músico
extremeño Joaquín Macedo, tío de
mi padre.
[3] Entre un enorme número de actividades
taurinas, como recuerda Bernardo Víctor
Carande en su libro Bienvenida
Papa Negro, Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial de
Badajoz, 1997, fue el artífice del gran homenaje que se tributó a Manuel Mejías Rapela (1884-1964) Bienvenida, conocido como El Papa Negro antes de su muerte.