domingo, 26 de febrero de 2012

Reencuentro

El agua de la fuente es un misterio
que no termina nunca de entenderse.
Es contemplar preguntas que señalan
otra vez a la tierra.
La tierra siempre es triste y se repliega
al lugar del silencio. Me dijiste
adiós como si fueras
tierra seca en silencio.
La pérgola encendida,
los abruptos ropajes
y no te respondí con mis palabras:
solo atrapé las tuyas
y las guardé en mis ojos
y te las devolví con la mirada.

lunes, 13 de febrero de 2012

Panorama exterior: Bicentenario extendido

Me consultan si cierta Corporación de Derecho Público debe organizar algún ciclo o evento para conmemorar el bicentenario de la primera Constitución Española. La ciudad de Cádiz, con buen criterio, viene liderando esta señalada efeméride que debiera recordarnos cuantas veces vino a fracasar en España la libertad. Teniendo en cuenta la escasez presupuestaria y la realidad diaria de nuestras calles y mercados, organizar cualquier evento para reiterar lo ya dicho debe considerarse un despilfarro. Por eso les propongo a mis interlocutores no festejar el hecho mismo de su aprobación en la Isla de San Fernando aquel 19 de marzo de 1812, sino el recuerdo de la triste sucesión de héroes que procuraron su restauración durante tantos años oscuros de feroz absolutismo.
Esta nómina ingrata es la que debiera merecer mayor admiración y aprecio, mayor respeto ya que fue la que realmente afianzó el inicial suspiro empós de las libertades frente a la esclavitud del necio tirano, siempre peor que la dudosa propuesta de una conquista que procuraba, quizá equivocadamente, una cierta regeneración ibérica.
La imagen del heroísmo inútil ante el patíbulo y la barbarie más intransigente que lo ejecuta, jalonan en España el desenlace de tanta virtud. No hay provincia española que no cuente con su héroe liberal ajusticiado. Son muchas las imágenes pavorosas del terror fernandista. El General Riego ahorcado, decapitado y salvajemente desmembrado en la Plaza de la Cebada de Madrid. La joven Mariana con el cuello desnudo que acaricia el hierro frio del garrote junto a la Puerta de Elvira, cerca ya de los fértiles pagos de la Vega de Granada y frente a la hoguera que devora el tafetán morado de su bandera. La imagen arrebatada del valiente General Torrijos, resignado a morir en la playa de San Andrés cogido de la mano de sus compañeros. Todos son traicionados, todos sucumben conscientes de que será la suya -finalmente- la apuesta que triunfe. Pero saben también que para ello, lamentablemente, será necesario un mar de injusticia y de sufrimiento, una ignominia histórica que durará generaciones y convertirá España en un oscuro campo de batalla y dolor interminables. Este joven martirio de la libertad debe recordarse para comprender la importancia real de aquel viaje que partiera desde la pequeña Isla de León, acosada tanto por ejércitos invasores como por el rencor atávito de la tiranía que esconde sus fauces bajo los gritos, tantas veces fanáticos, de la independencia.